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DION.

nos, marcharon en persecucion de Dion. Alcarzáronle al pasar un rio, y se acercaron con su caballería en actitud de combatir; pero cuando vieron que ya no sufria con mansedumbre y bondad paternal sus demasías, sino que con denuedo volvia y ordenaba sus soldados, entregándose á una fuga más vergonzosa que la primera, se retiraron á la ciudad con muerte de algunos ciudadanos.

Recibieron á Dion los Leontinos con las mayores muestras de honor y aprecio, y á los soldados les ofrecieron pagarles su haber, y los hicieron ciudadanos. Dispusieron luego enviar á los Siracusanos embajadores con proposicion de que tuvieran la consideracion debida á aquellos soldados forasteros; pero ellos mandaron otra embajada para acusar á Dion. Reuniéronse con los Leontinos los aliados, y habiendo conferenciado entre sí, declararon que no tenian razon los Siracusanos; pero éstos no hicieron cuenta de lo resuelto por los aliados, engreidos y soberbios con que habian sacudido toda obediencia; y ántes les estaban sujetos y les temian sus propios magistrados.

Llegaron en esto á la ciudad algunas galeras enviadas por Dionisio, en las que venian Nipsio de Nápoles, que conducia víveres y caudales á los sitiados; y habiéndose dado un combate naval, quedaron vencedores los Siracusanos, y tomaron cuatro de las naves de aquel convoy. Insolentes con la victoria, y empleando el tiempo, por la anarquía en que vivian, en francachelas y convites desordenados, de tal manera se olvidaron de lo que importaba, que teniéndose ya por dueños de la ciudadela, perdieron la ciudad.

Porque Nipsio, viendo que en todo el pueblo no habia quien tuviera juicio, sino que la muchedumbre estaba entregada á músicas y embriagueces desde el dia hasta alta noche, y que los caudillos se regocijaban tambien con aquellas fiestas, y no se cuidaban mucho de hacer su deber con unos hombres beodos, aprovechando hábilmente la ocasion, acometió á la muralla, y apoderándose de ella y