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BRUTO.

I I BRUTO.

213 con el ejemplo y por la emulacion con ellos. De este modo salvó Bruto á Antonio, el cual en aquellos primeros instantes de miedo huyó disfrazado con el traje de un hombre plebeyo. Bruto y sus socios corrian al Capitolio con las manos ensengrentadas, y mostrando los puñales desnudos llamaban a los eiudadanos á la libertad. Al principio hubo en la ciudad lamentos, y las carreras que con motivo del suceso no pudieron ménos de verificarse, aumentaron la turbacion y desórden; pero cuando se vió que no habia ninguna otra muerte, ni ningun robo de las cosas que estaban á mano, subieron conflados en busca de los de la conjuracion al Capitolio los senadores y muchos de los de la plebe. Habiéndose juntado un gran concurso, habló Bruto al pueblo en términos propios para atraerle, y convenientes á lo que se habia ejecutado. Como aplaudiesen y les gritasen que bajaran, bajaron sin recelo á la plaza los demas juntos en pos unos de otros; pero á Bruto desde lo alto lo condujeron en medio con gran pompa muchos de los principales, hasta colocarlo en la tribuna en el sitio que se llama los Rostros. A este espectáculo la muchedumbre, aunque de muchas castas y con disposicion de tumultuarse, tuvo respeto á Bruto, y espero con órden y en silencio á ver lo que era aquello; y habiéndose presentado á bablar, prestaron atencion á lo que decia; pero mostraron luego que no era de su agrado lo sucedido, pues habiendo empezado a hablar Cina acusando á César, se mostraron irritados y llenaron de improperios á Cina hasta tal punto, que tuvieron que retirarse otra vez al Capitolio. Allí, temiendo Bruto que se les sitiase, despidió á los ciudadanos más virtuosos, que eran los que los habian acompañado, por no considerar justo que no habiendo tenido parte en la oulpa, la tuvieran en el peligro.

Con todo, reunido al otro dia el Senado en el templo de la Tierra, como Antonio, Planco y Ciceron propusiesen ana amnistía y cancordia, pareció conveniente, no sólo