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Plutarco.—Las vidas paralelas.

tanta gloria á un hombre que por apego a la vida habia venido á ser presa de los bárbaros. Cuando ya estaban cerca, Antonio se paró dudando cómo deberia recibir a Bruto; y Lucilio ya en su presencia con el más confiado ánimo, «á Marco Bruto, oh Antonio, dijo, no lo ha hecho ni lo hará prisionero ningun enemigo; no permita Dios que hasta este punto prevalezca la fortuna sobre la virtud; sino que está vivo, o si muerto, habrá sido de un modo digno de él. Yo be engañado á tus soldados, y aquí me tienes que no rebuso sufrir por este crimen los más duros tormentos.» Dicho esto por Lucilio, todos se quedaron absortos; y Antonio, puesta la vista en los que le habian conducido, «no será extraño, les dijo, oh camaradas, que—lieveis á mal el teneros por burlados con este error; pero es bien sepais que os habeis encontrado con una presa de más precio que la que buscabais, pues buscando un enemigo, es un amigo el que me habeis traido. Con Bruto no sé por los Dioses qué habia de haber hecho si me le hubieran presentado vivo; y me es más grato encontrarme con tales amigos, que no con enemigos.» Esto dicho, abrazó á Lucilio, y por entonces lo encomendó á uno de sus más íutimos, y en adelante constantemente lo encontro siempre uno de los más fleles y seguros amigos que tuvo.

Bruto, habiendo pasado ya de noche un arroyo cuyas orillas eran escarpadas y cubiertas de matas, no fué mucho más adelante, sino que en un sitio despejado en el que babia una piedra grande rodada, se sentó teniendo consigo á muy pocos de los caudillos y de sus amigos, y mirando al cielo poblado de estrellas, pronunció dos ver308, de los cuales el uno en esta sentencia nos le refirió Voluminio:

No permitas, oli Jove, se tu oculte De lattos males el autor funesto (1); (1) Es un verso de Euripi cs en la Midea.