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BRUTO.

y del otro dice que se le habia olvidado. De allí á poco, nombrando á cada uno de sus amigos muertos en la batalla, lloró principalmente sobre la memoria de Flabio y Labeon, de los cuales éste era su legado, y Flabio prefecto de los operarios. En esto, uno de ellos que tenía sed y conoció que Bruto la padecia igualmente, tomando su casco se encaminó al rio. Oyóse entónces ruido por uno de los lados, y Volumnio se adelantó á ver lo que era, y con él el escudero Dárdano. Volvieron de alli á poco, y preguntando por el agua, respondió Bruto á Volumnio con una modesta sonrisa: «Nos la bebimos; pero se traerá otra para vosotros:» y enviado él mismo, estuvo muy expuesto á ser cautivado de los enemigos, y con gran dificultad se salvó herido. Conjeturó Bruto que no había sido mucha la gente que habia perecido en la batalla, y se ofreció Estatilio á pasar por entre los enemigos, pues de otro modo no era posible llegar al campamento, y levantando en alto un bacha encendida, si lo hallaba salvo, volver otra vez á donde estaban. El hacha bien se levantó, habiendo llegado Estatilio al campamento; pero como al cabo de largo tiempo no volviese, «si Estatilio vive, dijo Bruto, no dejará de venir;» pero lo que ocurrió fué que al regresar dió en los enemigos, y le quitaron la vida.

Siendo ya alta noche, se reclino allí mismo donde se hallaba sentado, y se puso á conversar con su esclavo Clito. Como Clito nada le respondiese, echándose sólo á llorar, se volvió hácia el escudero Dárdano y le dijo en secreto algunas palabras. Finalmente, recordando en lengua griega á Volumnio los estudios y cuestiones en que juntos se habian ejercitado, le incilaba á que aplicando su mano á la espada, ayudase el golpe. Rehusólo con abominacion Volumnio, y lo mismo todos los demas; y como alguno le dijese que ya no convenia permanecer allí, sino huir, levantándose, «huir, sin duda, repuso, mas no por piés, sino por manos;» y alargándoles la diestra de uno en