uno con el más alegre semblante, les dijo ser grande el placer que tenía en que de sus amigos ninguno se habia desmentido, y sólo debia culpar á la fortuna de los males de la patria; y que se reputaba á sí mismo más feliz que los vencedores, no sólo en lo anterior, sino entonces mismo, por cuanto dejaba una opinion de virtud que nunca alcanzarian éstos, ni á fuerza de armas, ni á fuerza de intereses, no pudiendo desvanecer la idea de que los injus tos habian oprimido á los justos, y los malos á los buenos para apoderarse de un mando que no les tocaba. Rogándoles, pues, y exhortándolos á que se salvasen, se retiró á alguna distancia con dos ó tres, de los cuales era uno Estraton, que había contraido amistad con él con motivo del estudio de la oratoria. Colocóle, pues, á su lado, y aflanzando con ambas manos la espada por la empuñadura, arrojándose sobre ella, murió; aunque algunos dicen que fué el mismo Estraton quien á fuerza de ruegos de Bruto, volviendo el rostro, le tuvo firme la espada. y que él arrojándose con Impetu de pechos se había atravesado el cuerpo, quedando al golpe muerto.
A este Estraton, Mesala, que era amigo de Bruto, reconciliado con César se lo recomendó cuando tuvo oportunidad, diciéndole no sin llanto: «Este es, oh César, el que á mí Bruto le sirvió, pagándole el último oficio.» Admitióle César, á quien asistió en los trabajos y combates de Accio, entre los apreciables Griegos que tuvo entonces á su lado.
De Mesala dicen que César le alabó más adelante, porque babiendo sido denodado en Filipos por Bruto, y mostrádosele despues acérrimo en Accio, le habia dicho: «Yo, César, siempre soy de la autoridad y partido que tiene á su favor la razon y la justicia.» A Bruto le encontró ya muerto Antonio, y dió el mejor de sus mantos de púrpura para que envolvieran el cuerpo; y habiendo sabido despues que habia sido sustraido, hizo dar muerte al que lo sustrajo. Las cenizas las envió á la madre de Bruto, Servilia; y de Por-