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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Ctesias que despues; y como no parece regular que éste ignorase el tiempo, habiendo presenciado los sucesos, ni se ve causa alguna para que sacase de su propia época este hecho y no lo refiriese como habia pasado (aunque muchas veces le sucede que su narracion, convirtiéndose á lo fabuloso y dramático, se aparta de la verdad), aquí tendrá el lugar que éste le ha dado.

Llegáronle á Ciro en la marcha voces y rumores de que el Rey no pensaba en dar batalla desde luego, ni en apresurarse á venir á las manos con él, sino permanecer en Persia hasta que le llegaran las tropas pedidas de todas partes, habiendo hecho abrir un foso de diez piés de ancho y otros tantos de hondo, que corria por la llanura hasta cuatrocientos estadios; y aun no hizo alto en que Ciro entrase dentro de él, y llegase hasta no lejos de la misma Babilonia; pero habiendo tenido Tiribazo resolucion para decir el primero que no era razon evitase el combate, ni que retirándose de la Media, de Babilonia y áun de Susa, se encerrara en la Persia quien tenía multiplicadas fuerzas que el enemigo, y diez mil sátrapas y generales que en prudencia y pericia militar valian más que Ciro, se decidió por que se marchara al combate sin más dilacion. Y cuando de pronto se dejó ver con un ejército de novecientos mil hombres bien equipados, asombró y sobresaltó á los enemigos, que por la nimia confianza y desprecio marchaban en descrden y sin armas; de manera que sólo con gran dificultad y mucha griteria y alboroto pudo traerlos Ciro á formacion. Caminando despues el Rey. con reposo y concierto, causó con aquel buen órden admiracion á los Griegos, que en tanto gentio no esperaban más que gritería confusa, correrías y grande desórden y dispersion. Dispuso tambien con singular acierto colocar contra los Griegos delante de su hueste los más fuertes de sus carros falcados, para que antes de venir á las manos les desordenaran las filas con la violencia de su impulso.