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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Antígono, apoderado como hemos dicho del Acrocarinto, le custodiaba por medio de aquellos en quienes tenta más confianza, habiendo dado la comandancia á Perseo el filósofo. Arato en vida de Alejandro tenía ya entre manos el ocuparle; pero habiendo hecho los Aqueos alianza con Alejandro, desistió del intento, mas entonces volvió de nuevo á la empresa con esta ocasion. Habia en Corinto cuatro hermanos, Siroe de origen, de los cuales uno llamado Diocles servía á sueldo en la guarnicion. Robaron los otros tres el tesoro del Rey, y pasando á Sicione fueron á dar con el cambista Egias, que era el mismo de quien para sus negocios se valia Arato. Depositaron desdo luego alguna parte de aquel dinero, y lo restante Ergino, uno de ellos, yendo y viniendo lo cambió poco a poco. Hizo de resultas amistad con Egias, y traido por éste á la conversacion de la guardia del Acrocorinto, le dijo que subiendo una vez á ver al bermano á lo más escarpado, habia descubierto una senda oblícua que conducia á un punto donde el muro del fuerte era sumamente bajo. Empezó con esto Egias á chancearse con él y á decirle: Conque, amigo, por tan poco dinero os habeis indispuesto con el Rey, pudiendo ganar en una hora eola inmenso caudal? ¿Pues qué, así los salteadores come los traidores, si son aprehendidos, no tienen que morir una vez?» Riose Ergino, y sólo contestó por entonces que tantearia á Biocles, porque de los otros hermanos no se fiaba tanto; pero volviendo de alli á pocos dias, convino en que conduciria á Arato á un sitio donde el muro no tenía más que quince piés de alto, y á todo lo demas ayudaria con Diocles.

Prometió Arato darle sesenta talentos si se lograba la empresa; y si ésta se desgraciaba, pero salía con ellos salvo, á cada uno de los dos casa y un talento. Mas siendo preciso depositar el dinero en Egias, y no teniéndole ai queriendo tomarle á logro, por no dar motivo á otros de comprender su designio, cogió su vajilla de plata y todos