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Plutarco.—Las vidas paralelas.

to, como temiese por sí, le envió una embajada diciéndole que viniendo á sus amigos y aliados, bastaria que trajese trescientos hombres; y que si desconflaba, tomase rebenes. Manifestó Cleomenes que esto lo tenía por insulto y burla hecha á su persona, por lo que se retiró escribiendo á los Aqueos una carta llena de acusaciones y quejas contra Arato. Escribió éste otras cartas contra Cleomenes, y corrian injurias y dicterios de uno á otro en que se desacreditaban hasta por sus matrimonios y sus mujeres. De resulta de esto, enviando Cleomenes un heraldo que denunciara la guerra á los Aqueos, estuvo en muy poco que no les tomara por traicion á Sicione; y marchando rápidamente de allí, acometió á Pelene; y como hubiese abandonado la ciudad el gobernador puesto por los Aqueos, se hizo dueño de ella. Al cabo de poco tomó tambien á Féneo y á Pentelio, y muy luego se le pasaron los Argivos; y los Fliasios recibieron de él guarnicion. En fin, con nada de lo agregado podian contar de seguro los Aqueos, sino que repentinamente vino una gran confusion sobre Arato, que veia titubear á todo el Peloponeso y á todas las ciudades puestas en sublevacion por los que querian novedades.

Porque nadie estaba tranquilo ni contento con el estado presente, y aun muchos de los mismos Sicionios y Corintios se habian manifestado inclinados á Cleomenes, siendo mucho ántes sospechosos de que posponian el bien público al deseo de sus propios adelantamientos. Sobre esto se dió á Arato libre facultad, y en Sicione dió muerte á los que halló implicados; en Corinto tentó á inquirir sobre algunos y castigarlos; pero irritó con esto á la muchedumbre viciada ya y mal hallada con el gobierno de los Aqueos. Corriendo, pues, al templo de Apolo, enviaron á llamar á Arato con el objeto de matarle ó prenderle ántes de declarar su defeccion; y él acudió al llamamiento trayendo el caballo del diestro, como si ninguna desconfianza ó sospecha tuviese. Viniéronse muchos para él; y como empezasen