Página:Las vidas paralelas de Plutarco - Tomo V (1880).pdf/375

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
377
OTON.

peradas ya las cosas de su caudillo; sino que todos sin excepcion fueron á su puerta, y acercándose le daban siempre el título de emperador; se deshacian por él, le tomaban las manos entre voces y lamentos, se le presentaban, lloraban, y le pedian que no los desemparase ni hiciera de ellos ántes de tiempo entrega á los enemigos, sino que empleara sus ánimos y sus cuerpos hasta que por él dieran el último suspiro. Esto le rogaban todos á una voz, y uno de los más desconocidos, presentando la espada, «sabe, oh César, le dijo, que por tí todos estamos á este modo prontos y dispuestos;» y se pasó con ella. Mas nada de esto bastó para doblar el ánimo de Oton, el cual, volviéndose para todas partes con rostro sereno y placentero: «Este dia, les dijo, oh camaradas, es para mi mucho más feliz que aquél en que por primera vez me saludasteis emperador, viéndoos ahora cuales os veo, y siendo para vosotros objeto de tales demostraciones; pero no me priveis de la mayor satisfaccion y honor, que es el morir honrosamente por tantos y tan apreciables ciudadanos. Si he sido digno del imperio, corresponde que dé la vida por la patría: sé que la victoria no es cierta ni segura para los enemigos; dícese que nuestro ejército de la Misia se halla á pocas jornadas, habiendo bajado al Adriático el Asia, la Siria, el Egipto: los ejércitos que hacen la guerra á la Judea están con nosotros, y en nuestro poder el senado y los hijos y mujeres de nuestros contrarios; pero esta guerra no es contra Aníbal, eontra Pirro ó los Cimbros por la posesion de la Italia, sino de Romanos contra Romanos, y unos y otros, vencedores y vencidos, somos injustos contra la patria, porque el bien del vencedor es para ella una calamidad. Creed que es mucho más hacedero morir con gloria, que imperar; porque no veo que pueda ser de tanta utilidad a los Romanos quedando vencedor, como sacrificándome ahora por la paz y la concordia, y por que la Italía no vuelva á ver otro día como éste.»