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Demetrio.

ala, logró en parte rechazar á los enemigos que tenía al frente. Mas apeóse en esto Seleuco, quitóse el casco, y tomando la adarga, se dirigió y presentó en persona á los estipendiarios, exhortándolos á venirse á él, y haciéndoles entender que por consideracion á ellos y no á Demetrio había dado largas por tanto tiempo. Con esto, saludándole todos y proclamándole rey, se le pasaron. Percibió Demetrio que de tantas mudanzas aquella era la última, y para evitar algun tanto el peligro, huyó hácia las llamadas puertas Amanidas; y metiéndose en una selva espesa con algunos amigos y sirvientes, entre todos muy pocos, esperó la noche con ánimo de tomar el camino de Cauno si podia, y caer de allí á aquel mar, donde esperaba encontrar su armada; pero cuando se informó de que no tenia raciones ni medios algunos áun para aquel dia, tuvo que mudar de resolucion. Presentôsele en este punto su amigo Sosigenes, llevando consigo cuatrocientos áureos (1); y esperando con este socorro poder llegar hasta el mar, se encaminaban ocultos hácia las cumbres; pero descubriéndose en ellas hogueras enemigas, abandonaron aquel camino y se volvieron al mismo lugar; no ya todos, porque algunos habían huido, ni con la misma disposicion los que quedaron. Atrevióse uno de ellos á manifestar la idea de que era preciso entregarse á Seleuco; y al oirlo Demetrio hizo movimiento de desenvainar la espada para pasarse con ella; pero cercándole los amigos y procurando consolarle, le persuadieron á que ejecutara lo propuesto. Envió, pues, mensajeros á Seleuco, entregándosele å discrecion.

Al oirlo Seleuco dijo que no se habia salvado Demetrio por su fortuna, sino por la del mismo Seleuco, á quien entre otros muchos bienes queria concederle el de que pudiera hacer muestra de su compasion y benignidad. Lla(1) El áureo, segun la más comun opinion, valia cuatro duros de nuestra moneda.