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Plutarco.—Las vidas paralelas.

recibido, empezaron á aflojar, y pensaban en retirarse, poniendo la estacion por excusa; pero al quinto dia Flavio Galo, buen miltar, emprendedor, y que se hallaba con mando, se llegó á Antonio, y le pidió que le permitiera tomar mayor número de los tiradores de retaguardia y algunos caballos de los del frente, como para hacer una cosa memorable. Dióselos, y al cargar los enemigos los rechazó, no como ántes retirándose luego á incorporarse con la infantería, sino permaneciendo y trabando un combate reñido. Viendo los comandantes de retaguardia que se habia desunido, lo enviaron á llamar; pero él no hizo caso. Dicese que el cuestor Ticio, echando mano á las insignias, retrocedió, y reconvino con denuestos á Galo de que no hacía más que perder á los mejores y más valientes soldados; pero éste le volvió las injurias, y mandando á su tropa que permaneciese, Ticio se retiró; mas Galo, arrojándose denodadamente sobre los enemigos que tenía al frente, no observó que le cercaban y envolvian muchos por la espalda. Herido, pues, y acosado por todas partes, envió á pedir auxilio; y los capitanes que mandaban la infanteria, de los cuales era uno Canidio, hombre de grande influjo y poder cerca de Antonio, cometieron, como lo puede juzgar cualquiera, un grandisimo yerro: pues cuando debian acometer con toda la hueste apiñada, enviando de auxilio partidas pequeñas, y vencidas aquellas, otras, no vieron que de aquella manera iban á poner en derrota y en fuga todo el ejército; y así habria sucedido, á no haber acudido el mismo Antonio desde el frente con la infantería, y haber mandado á la legion tercera que por entre los que huian penetrase contra los enemigos; con lo que los contuvo en su persecucion.

Murieron sobre unos tres mil hombres, y se condujeron á las tiendas cinco mil heridos; entre ellos el mismo Galopasado de frente por cuatro saetas; pero éste no sanó de las heridas. A los demas los visitó y alentó Antonio, llo-