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Plutarco.—Las vidas paralelas.

ofreciéndose á que si queria los diezmase, ó los castigase de cualquier otra manera, no queriendo otra cosa sino que dejara de estar triste y desconsolado. Entonces, tendiendo al cielo las manos, hizo á los Dioses la plegaria de que si por su anterior prosperidad tenian resuelto tomar alguna venganza, toda recayera sobre él, dando al ejército salud y la victoria.

Al dia siguiente continuaron su marcha mejor defendidos; y los Parlos, cuando se presentaron á quererlos acometer, se encontraron con una extraña novedad; porque cuando creian que eran venidos á saquear y robar, y no á una balalla, cayó sobre ellos una nube de dardos, y viendo á los Romanos valerosos y esforzados, volvieron otra vez á desalentarse. Al bajar éstos de unos collados bastante pendientes repitieron su ataque, acometiéndolos en la lenta marcha que llevaban; y entonces, volviéndose la infantería, encerró dentro de su formacion á las tropas ligeras, y poniendo los primeros la rodilla en tierra, presentaron sus escudos. Los que formaban despues pusieron sus escudos sobre éstos, y lo mismo respecto de éstos los olros; y esta disposicion, que es muy semejante á la forma de un tejado, sobre ofrecer una vista teatral, es la más fuerte de las formaciones para hacer que se resbalen los dardos. Los Parlos, cuando vieron á los Romanos poner la rodilla en lierra, creyeron que aquello era darse por perdidos y efecto del cansancio, por lo que no quisieron valerse ya de los arcos, sino que echando mano á las lanzas se fueron a combatir de cerea; mas entonces los Romanos, levantándose de repente y alzando grande gritería, los rechazaron con sus chuzos, y habiendo dado muerte á los primeros que se presentaron, pusieron en desordenada fuga á lodos los demas; y otro tanto sucedió los dias siguientes, siendo muy poco lo que adelantaban en su marcha. Fatigó en esto el hambre al ejército, que sólo combatiendo se proporcionaba algun poco de trigo, y que estaba