El tercer portakodak.—¿Pero cómo quiere usted que la fotografíe si está usted sentada en la máquina?
La señora pequeñita (levantándose asustada).—¿Por qué no me lo ha dicho usted?... ¿Retrata sola?
Voces.—¡Mozo, cerveza!... ¡Llevo una hora esperando que me sirvan!... ¡Kelner! ¡Mozo! ¡Un mondadientes!
Llega, jadeando, un turista gordo, rodeado de una numerosa familia.
El turista gordo (gritando).—¡Macha! ¡Sacha! ¡Potia! ¿Dónde está Macha? ¿Dónde diablos se ha metido Macha?
Un colegial (malhumorado).—Está aquí, papá.
El turista gordo.—¿Dónde?
Una muchacha.— ¡Aquí, papá, aquí!
El turista gordo (volviéndose).—¡Ah!... ¡Qué manía de ir siempre a mi espalda! Míralo, míralo... Allí, en lo alto de la roca. ¿Pero adónde miras?
La muchacha (melancólica).—¡No sé, papá!
El turista gordo.—¡Todo le da miedo! En cuanto se pone el tiempo tempestuoso, cierra los ojos y no los abre hasta que pasa la tempestad. ¡Nunca ha visto un relámpago, señores! ¡Como lo oyen ustedes!... ¿Ves a ese pobre joven? ¿Lo ves?
El colegial.—Sí, papá, lo veo.
El turista gordo (al colegial).—Cuídate de ella. (Con acento de profunda piedad.) ¡Pobre joven! ¡Quizá caiga de un momento a otro! ¡Mirad, hijos míos, qué pálido está! ¿Veis qué peligroso es trepar a las rocas?