Página:Liliana - El torrero - Yanko - Sueño profético (Narraciones).pdf/100

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
100
 

que no sólo había sido mi ayuda y mi brazo derecho en todo, sino además un verdadero padre para los dos.

Creíamos que después del sacrificio de aquella vida tendría Dios piedad de nosotros; pero no fué así. El mismo día cayó enfermo otro emigrante, y después, casi diariamente, se quedaba alguno en el carro para ya no salir de él sino conducido en nuestros brazos hacia la fosa.

Errábamos así por el desierto, perseguidos por el contagio, que iba tronchando nuevas víctimas.

También la señora Atkins se puso enferma; pero gracias a los solícitos cuidados de Liliana, fué su dolencia vencida, por fortuna. Yo me sentía cada vez más desanimado y entristecido, y a veces, cuando Liliana estaba asistiendo a los enfermos y yo de servicio en la vanguardia de la caravana, oprimiame, solo, en la obscuridad, las sienes con las manos y suplicaba al Señor, echado por tierra, como un humilde perro, que tuviera misericordia de mi adorada esposa, sin que osara, empero, murmurar las palabras «Cúmplase tu voluntad, y no la mía.

A veces, por la noche, cuando estábamos uno junto al otro, despertaba yo de improviso con la obsesión de que la peste sacudía el toldo de nuestro carro, y miraba de reojo buscando a Liliana.

Todos los ratos en que no me hallaba a su lado—y eran muy frecuentes—convertíanse para mí en una continua tortura, que me doblegaba como doblega un árbol la furia del vendaval. Y, sin em-