Sacó el viejo de su bolsillo un trapo de seda desteñido por los años, semejante a un jirón de bandera, y dijo: — Aquí están mis certificados: esta cruz la gané el año 30; esa otra procede de la guerra carlista en España; la tercera es la Legión de Honor francesa; la cuarta fué ganada en Hungría. Después combatí en los Estados Unidos contra los meridionales; allí no se daban recompensas; pero, en cambio, tengo este papel.
Cogió el funcionario la hoja y empezó a leer, y después que hubo leído, exclamó: —¡Eh? Skawinski se llama usted?... ¡Cómo!...
¡Dos banderas conquistadas por su propia mano en un ataque a la bayoneta?... ¡Ha sido usted un valiente soldado!
—También seré un concienzudo torrero.
—Es menester subir muchas veces al día a lo alto del faro...; ¿tiene usted buenas piernas?
— He atravesado a pie las plenys (1).
—All right! ¡Es usted práctico en los servicios marítimos?
— He servido tres años a bordo de un gran barco pesquero.
—¡Muchos oficios ha probado usted!
—Nunca he descansado.
—¿Y cómo es eso?
Encogióse de hombros el anciano y dijo: —El destino...
(1) Llámanse así las inmensas estepas que se extienden entre Nueva York y California.