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habían hecho nuevamente su aparición en las cercanías, y luego porque mi querida esposa se ponía cada día más pálida y más débil. Cuando le preguntaba qué tenía, contestábame siempre con una sonrisa, y asegurábame que no tenía nada. Velaba yo su sueño; arropábala lo mejor que podía, impidiendo casi que el viento la soplara de cerca, y todos aquellos cuidados acabaron también por debilitarme a mí. Bien es verdad que, hablando de la supuesta enfermedad de Liliana, guiñaba la señora Atkins el ojo con cierto aire de misterio, mientras iba expidiendo por la boca densas espirales de humo que la tapaban la vista; pero yo me sentía, sin embargo, muy inquieto, y más desde que le cruzaban por la mente de vez en cuando a Liliana unos bien tristes pensamientos. Habíasele metido en la cabeza que no era cosa lícita el amarse con la vehemencia con que nosotros nos amábamos, y un día, puesto su índice maravilloso sobre la Biblia, que leía todos los días, díjome con tristeza: —¡Lee, Rail!

Miré, y un sentimiento extraño invadió mi corazón cuando leí: Who changed the truth of God into a lie, and worshipped and served the creature more than the Creator, who is blessed jor erer? (1).

Cuando hube terminado, añadió ella: —Pero si Dios se enoja por esto, estoy conven(1) Quién transformó la verdad de Dios en mentira y honró y sirvió a la criatura más que al Criador, que alabado sea por siempre jamás? (N. del T.)