Otro, como ya os lo he dicho, hará el estudio metódico y la clasificación. Os hablará de las obras y os enumerará el día del nacimiento y el día de la defunción, ú os hará la apología de los prosistas vivientes, así como os hablará de los notables jurisconsultos y hombres de ciencia, que no son pocos. Os hablará de Cané padre y de Cané hijo, siendo de éste Juvenilia, que es, en mi pensar, el único serio de sus libros, aunque el autor tendrá de seguro una opinión enteramente contraria; de Guido y de Juan María Gutiérroz; de Juan Bautista Alberdi, constitucionalista y satírico, á quien mucho achica Echeverría; de Quesada, de Varela, de Wilde, espíritu cáustico que tuvo destellos y páginas en Tiempo perdido, y que desde la Europa remite ahora á los diarios extractos de las guías de Bœdeker y es una de nuestras mistificaciones literarias, cuya fama de escritor debo en gran parte al desparpajo en el hablar de un modo descosido y á sus monomanías paradojales; de Ramos Mejía, el insinuante autor de Las Neurosis; de Lucio V. López; de Eduardo L. Holmberg, naturalista y escritor que, en medio de sus desórdenes ima-
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