Página:Literatura policial en la Argentina. Waleis, Borges, Saer.djvu/55

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“previstos rigurosamente de antemano por cuatro o cinco instituciones que se complementan mutuamente -|a Banca, la Escuela, la Religión, Ia Justicia, la Televisión- como un autómata por el perfeccionismo obsesivo de su constructor, el más insignificante de sus actos y el más recóndito de sus pensamientos, a través de los cuales están convencidos de expresar su individualismo orgulloso, se repiten también, idénticos y previsibles, en cada uno de los desconocidos que se cruzan por la ca|le..."“7. programas pos¡b|es"“". Todavía Pichón en La Pesquisa se referirá a esos individuos EI Gran Complot al ajedrez con los individuos, que prevé cada uno de sus actos pero también de sus palabras. Si, como lo sugería Borges, cada uno de nosotros es sólo el personaje de un sueño o una narración de algún dios misterioso y omnipresente, entonces ¿no podría decirse que ya estamos muertos? De algún modo, es el corolario de Bioy Casares en La invención de Morel: estamos muertos porque somos simulacros proyectados por una Gran Máquina. Alguien controla nuestras palabras y nuestros actos. El mundo como gigantesca obra teatral o como ingente conspiración. Calderón y Kafka como "precursores" de Borges. O como escribía Saer a propósito de Angel Leto: ”...|as frases que Isabel y Lopecito proferían relativas a su persona-ea la del padre, digo,¿no?- coincidían tan poco con la realidad empírica de Leto, que Leto las oía como expresiones convencionales aprendidas de memoria en el marco de una conspiración (...) ¿era simulado?¿o eran el tonito desesperado de las noches y el lloriqueo en la cama lo que s¡mu|aba?¿o todo era simulado? ¿o nada?"‘°. Como vimos, la novela policial intentó conjurar aquella muerte al convertir al héroe en un sujeto narrador y no ya en un objeto narrado. Fue su manera secreta de combatir el Gran Complot. Porque narrar la historia de un hombre significa hacerlo desde la perspectiva de su conclusión, es decir, de su muerte. Por eso toda biografía es una thanatografía. Tener un destino implica estar muerto desde el nacimiento, estar sujeto a lo que Otro, el dios del oráculo, escribe acerca nuestro. Y era de algún modo el detective quien narraba la historia del criminal: si éste 57 Saer vuelve así sobre la idea borgeana del Gran Complot, de ese dios que juega