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Página:Literatura policial en la Argentina. Waleis, Borges, Saer.djvu/56

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ejecutaba realmente a la víctima, aquél ejecutaba al asesino simbólicamente.

Por eso en Borges, y en el relato policial en general, no existe contradicción entre la premeditación y la fatalidad. Sucede simplemente que ambas se despliegan en dos planos diferentes: en el del hacer, la primera; en el del ser, la segunda. Un hombre puede deliberadamente asesinar a otro, él elige hacer algo. Pero desde el momento en que participa del acontecimiento y encarna allí un rol, él deviene un asesino desde el punto de vista de los hechos. De ahí que en los personajes de Borges, pero también en los de Arlt, hubiera siempre una vocación de ser más que de hacer. Como decia Sartre a propósito de Jean Genet, lo que él hacía, robar, no lo hacía tanto por necesidad o para obtener un beneficio personal sino para ser un ladrón, el ladrón que los otros decian que él era. Cuando Masotta incluso retome esta idea de Sartre para leer a Roberto Arlt, dirá que la traición de Astier, ese acto canallesco y repulsivo, estaba hecho con ”la estofa misma de la libertad"[1] puesto que, al traicionar al Rengo, él rompía finalmente con lo que era, con lo que habían hecho de él desde afuera. Lo mismo podria decirse de Rosendo Juárez en su "Historia” y de Jacobo Fischbein en "El indigno”.

Desde Asesinato de Florencio Varela de Mármol, el primer relato policial escrito en Argentina, el detective busca primero los motivos para dar con el asesino: "Por medio del razonamiento –escribia Mármol– buscaremos primero al más interesado y más caracterizado para ese crimen”[2] Desde esta perspectiva, se supone que el asesino obró libremente porque asesinar a Varela estaba de acuerdo con sus intereses. Correspondía al detective, en consecuencia, determinar quién había encarnado en este drama el rol del asesino. Y éste sería, por supuesto, el "más caracterizado", porque los motivos no valen para todos por igual. Si el motivo fue el dinero, la venganza o los celos, hay que pensar antes que el asesino es celoso, vengativo o ambicioso. O aun llevando las cosas al límite, si asesinó, se debe a que él es un asesino. Por eso pareciera como si ya en este relato Oribe hubiera mandado a asesinar a Varela para ser el asesino que Mármol veía en él, para encarnar el rol que éste le asignaría (ya Mármol calificaría a Oribe de ”monomaníaco”).

Medio siglo más tarde, Holmberg dirá en La bolsa de huesos que Clara no podía ser juzgada, justamente porque ella no extraía ningún beneficio con el asesinato de esos estudiantes. Ella había sido impulsada a matar por lo que ella era: no había allí voluntad –agregará Holmberg– sino fatalidad (unos años antes Raúl Waleis diría lo mismo acerca de la ladrona monomaníaca de Clemencia). De algún modo, lo

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