EL ALMA DE LA MUJER
gando casi siempre a obtener diez trabajando como cinco y a alcanzar la meta con el mínimo dispendio de energías.
En cambio; la mujer que procede impulsivamente sin pensar mucho el pro y el contra, adquiere el hábito contra- rio, el de elegir con frecuencia el camino más largo y tortuo- so, que la obliga a trabajar como veinte para obtener como diez.
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Otro defecto que la excesiva actividad engendra en la mujer, es el de hacerles perder tiempo a los demás. La cir- cunstancia de hallar placer en la actividad comunica a la mu- jer el hábito de pedirle con inmensa facilidad al prójimo que le sacrifique su tiempo, haciendo algo por ella; exigién- doles a los demás una actividad, innecesaria a veces y a veces también—y esto es lo más frecuente—importuna; mientras que la gran aversión que el hombre siente a cederle a nadie su tiempo, hace que sea muy reacio a atentar contra el dei prójimo, no recurriendo a él sino en un caso de absoluta necesidad. con lo que resulta menos importuno que la mu- jer.
Otro defecto que la actividad excesiva suele engendrar en la mujer es su celo excesivo—quien murho abarca poco aprieta—, dice el proverbio y es mucha verdad, hasta cuando se trata de celo, de actividad dirigida con arreglo a las me- jores intenciones. Nos sucede muchas veces en la vida acari- ciar un deseo, reclamar una ayuda, y encontrarnos perplejos luego que conseguimos lo que anhelábamos, pensando que acaso nos habrá de producir más daño que beneficio.
La princesa Dashkoff, que sin duda alguna fué una de las mujeres más inteligentes de Rusia y a la cual se debe en gran parte la subida al trono de la gran Catalina, confesá- bale a Diderot que temía haberles perjudicado no poco a sus amigos por el excesivo celo con que defendiera sus intereses, y haber hecho abortar proyectos espléndidos, por el dema- siado entusiasmo con que los tradujera en actos. Con fre- .cuencia en la vida resulta más útil el no hacer que el hacer; las madres suelen ser inferiores como educadoras a los padres precisamente por su excesivo celo, que hace que, en vez de !i-