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Página:Lombroso El alma de-la mujer.djvu/118

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ya que por el hecho mismo de ser intuitiva y apasionada le es mucho más fácil a la mujer sugestionar al hombre que no lo contrario. No es raro que las mujeres, madres, hijas, es- posas, de ministros, diputados o reyes, inducidas a”apasio- narse por la política a causa de la pasión de su respectivo padre, marido o hijo, se formen luego ideas independientes y las tomen con tanto calor, que concluyan por dominar a los hombres en vez de ser dominadas por ellos, o de man- tener en ellos viva la pasión abstracta hasta cuando ya em- pezaban a entibiarse.

La Kovalewski, que sobresalió con tanta brillantez en los estudios matemáticos, dejónos en su vida la prueba de esa pasión inducida, de la que puede la mujer ser heroína y víctima, y de cómo esa pasión inducida puede dar lugar a las más originales creaciones, En diferentes pasos de sus cartas, esa mujer, que fué la más grande matemática del pasado si- glo, declara que las matemáticas en sí y de por sí no le pro- porcionaban el menor placer, no pudiendo dedicarse a ellas como la rodeasen personas que no se interesasen por ellas, Sus admirables proposiciones resolviólas en París, Berlín y Cris- tianía, donde tenía a su alrededor personas que estudiaban matemáticas y se interesaban por ellas, no pudiendo resol- verlas en Rusia, donde estaba rodeada de profanos e indi- ferentes.

—En Estocolmo—<scribíale a la Loeffler, que porfiaba con ella para que diese remate a aquellos estudios que habían de darle la celebridad—; en Estocolmo, donde pasó por pa- ladín de la emancipación de la mujer, acabo por creer que mi deber estricto se cifra en las matemáticas, y procedo en consecuencia, mientras que aquí me presentan a todo el mun- do como la mamá de Foufí, lo cual ejerce deletérco influjo sobre mi inteligencia matemática.

—El trabajo de por sí—dice la Loeffler, que fué la depositaria de los pensamientos de Sofía Kovalewski—, lx búsqueda abstracta de una verdad científica no la interesaba ni la satisfacía. Necesitaba que la comprendieran y animaran, a cada nueva idea que en su cerebro hacía, Ese fruto de su cerebro no había de pertenecer a una humanidad abstracta, sino que ella queria dárselo a alguien del cual pudiera recibir algo análogo. Por más que fuera matemática, no existía pa-