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EL ALMA DE LA MUJER 133

La enorme preponderancia que en la vida intelectual, práctica y teórica de la mujer tiene la intuición que es rápi- da, variable e inconsciente, apoyándose siempre en la reali- dad, hace de la femenina una inteligencia sui generis que tie- ne algo de espontáneo, impulsivo, vario, saltarín, imprevisto e imprevisible más allá del razonamiento y de las reglas, que de entrambos huye, todo lo contrario de la inteligencia del hombre, reflexión, lógica y deducción toda ella, que se basa en las reglas y sin ellas no da un paso.

La intuición de lo vivo, de lo concreto, la superior ca- pacidad de observación y de análisis, hacen que la mujer so- bresalga más allí donde se trata de improvisar, de obrar rá- pidamente y como a saltos, de aprender sin reglas, de oídas y tumultuariamente, como sucede en la vida práctica, donde, sin duda alguna, se acredita de superior al hombre, más no así cuando tiene que habérselas con los libros, las teorías y los fríos cálculos de la razón.

La deducción, el razonamiento, superiores en el hombre, hacen que éste sobresalga en punto a teorizar, desentrañar a fondo un argumento, perseverar en una dirección determina- da o llevar una ciencia o un arte a la cumbre de la perfec- ción. Pero en cambio, su escaso espíritu de observación, lo induce con harta facilidad a incurrir en lo abstruso, volvién- dole ciego para las más claras realidades. La necesidad que tiene de tiempo y reflexión lo hace incapaz de obrar, de mo- verse y orientarse, cuando ha de improvisar y atinar rápi- damente con una nueva solución, cambiar de oficio, estudio y función como continuamente le está sucediendo a la mu- jer.

La pasión especial que mueve a la mujer a orientar su inteligencia a esferas distintas de las masculinas y las cuali- dades especiales que le confieren superioridad en esas esfe- ras, dan por resultado que hasta en el dominio intelectual “hombres y mujeres se completen, sin poder andar sueltos. “Huyendo de las abstracciones, propende la mujer a neutrali- zar los excesos teóricos del pensamiento viril, dirigiendo sus fines prácticos y concretos. Aceptando con alegría los come- tidos de la vida práctica, que serían harto gravosos para el