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Y es que sabe más quien sabe a la perfección alguna co- sa, aunque sea el oficio de sastra o de bordadora o el arte de gobernar una casa; y a la perfección sólo puede saberse lo que interesa y apasiona. Ahora bien; el estudio teórico no apasiona a la mujer lo más mínimo, mientras que sí la apa- sionan la costura y las faenas de la casa. Coged a las borda- doras, las modistas y las mujeres hacendosas; sacadle la con- versación de sus tareas y veréis cómo os ponen de manifiesto un gran entusiasmo por sus trabajos respectivos, una preo- cupación constante por perfeccionarlos, por inventar alguna cosa, una pasión, en suma, que no encontraréis casi nunca en las estudiantas. La mayoría de las señoritas que obtienen un título universitario, abandonan los estudios el día mis- mo que abandonan las aulas, no estudiando mientras están en ellas, sino las materias del programa y limitándose cuando se gradúan de maestras a mantenerse al tanto de lo que tienen que enseñar. s
Todo cuanto la mujer aprende en la escuela o en los li- bros es pura teoría que deja una débil huella en su cerebro. Y es que leyendo o estudiando, no ejercita la mujer más que la memoria o su cerebro neutro, no tendiendo ni por asomo las cuerdas de su arco. Y cuando sufre, cuando se le alborota el corazón, cuardo tiene otros seres a su cargo, y ha de obrar en la vida y se dedica a un trabajo que la obsesiona, es cuan- do aguza el ingenio y se afana por observar, intuir y apren- der y empieza a poner a contribución las especiales cualidades de su cerebro femenino, admirables para la misión a que la mujer está destinada, y para devanar la complicada madeja de la vida práctica mucho más que las cualidades masculinas, cualidades que la educación de la escuela no logra infundir- le, empañando a veces, en cambio, la luz de sus dotes natu- rales.
Habiendo frecuentado por largo espacio de tiempo las “escuelas masculinas, he tenido muchas ocasiones de observar el extraño fenómeno de que mientras que el estudio profun- do de las ciencias abstractas, filosofía, matemáticas, economía política, etc.—aguzan la inteligencia varonil, embotan por el contrario la de la mujer, La mujer que estudia estas ciencias y mientras las estudia tiene la mente más turbia y anieblada