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ñana digerir la leche ni los huevos. Este chico, que hoy re- corre sin cansarse 40 kilómetros, quizás no pueda mañana llegar a los 20. A este niño hay que tratarlo con el látigo; a este otro, se consigue todo a fuerza de mimo. Este mu- chachito de doce años es ya todo un hombrecito; aquel otro de veinte, es todavía un rapaz. Este juguete, que hoy tiene un valor estimulante como veinte, quizás mañana ya no ten- ga ninguno.

El hombre y la mujer que ejercitan una profesión, que se dedican a Ja ciencia, han de servirse de la lógica si desean triunfar; pero quienes se dedican a la vida viva, sea cualquie- ra su sexo, pueden prescindir por entero de la lógica.

De otra parte, con un mediano ingenio, hombres y mu- jeres sin distinción, pueden aplicar la lógica a los negocios, a los estudios, al arte o a la ciencia, porque así en los unos como en los otros, es fácil advertir cuándo cambian los tér- minos, y cuándo, por lo tanto, han de cambiar las conse- cuencias; pero usar la lógica en la esfera en que ha de actuar la mujer, es empresa harto más difícil. Para criar y educar a los hijos, para gobernar una familia, y darle a cada cual el apoyo material y moral que necesita; para amar y hacerse amar a fuerza de lógica, y para calcular con exactitud, minuto por minuto, los cambios de conducta que los rápidos y continuos cambios de las circunstancias hacen inevitables, según sucede en la realidad viva, sería menester realizar cálculos gigantes- cos, a lo Pearson, de que sólo son capaces las inteligencias superiores, tanto femeninas como varoniles, mientras que, por el contrario, a todo eso se llega con facilidad maravillosa, merced a la pasión y la intuición, que nos permite adivinar al minuto, sin el menor esfuerzo, los placeres y dolores de nuestros semejantes.

La pasión, la intuición, son instrumentos más burdos, si se quierc, o menos exactos, que la razón y la lógica, pero en la vida práctica nos resultan tan útiles, o quizás más que estas últimas, pues poseen la gran ventaja de ser rápidos, de impulsarnos al acto, en vez de retardarlo, de responder por modo perfecto a las necesidades cotidianas y ser de apli- cación fácil, lo que no puede decirse de la lógica. De donde

resulta, que muchas veces una mujer, de mediano talento, sin