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EL _ ALMA DE LA _ÑMUJER 153

instrucción, ni pretensiones de razonadora, que se deja guiar del instinto y la pasión, y no de teorías generales o razona- mientos, condúcese y conduce a los suyos mejor que esas otras mujeres que se dicen instruídas, y tienen la cabeza atiborra- da de teorías, que se empeñan en llevar a la práctica, a todo trance, al modo de los hombres. No hay cosa peor en esta vida que las mujeres teorizantes. ¿Cuántas veces no hemos visto amustiarse, ya de hambre, ya de indigestión, a pobres nenes, víctimas de la lactancia tasada, que resulta escasa pa- ra unos. y para otros excesiva?

En el fondo. si me fuera lícito expresarme con una pa- radoja, diría que la mujer es de una lógica perfecta, cuando obra inconscientemente, a impulsos del amor, mientras que pierde todo hilo conductor, en cuanto se pone a razonar o teo- rizar.

Y es que la mujer del promedio, cuando ajusta sus ac- tos al amor y a la intuición, labora con datos que todavía no alcanzaron en ella el estado de conciencia, apenas percep- tibles, pero que son verdaderos, reales y contemporáneos, pu- diendo sacar de ellos consecuencias adecuadas; mientras que la mujer que se obstina en teorizar y no hacer cuenta sino de aquellos datos de que tiene conciencia plena, apóyase en hechos que a veces no son ya verdaderos en el momento en que los examina. conduciéndola fácilmente a conclusiones des- cabelladas.

Y aparte esto, cuántas ventajas no tiene para la mujer su falta de lógica. Precisamente por dejarse guiar del instin- to y no de la razón es por lo que, en general, se muestra tan alegre, tranquila y llena de ilusiones, mucho más que el hom- bre. Pues mientras que el razonamiento requiere una tensión cerebral, una preocupación constante que quita fuerza a la acción v bríos a la alegría; la pasión y la intuición no exi- gen tensión ni esfuerzo alguno. El teorizar con harta sutile- za en vez de obrar súbitamente, el haber de afrontar las con- tinuas dudas que delante le pone la lógica, sería por lo tan- to para una mujer ávida de actuar en la vida e impaciente por conocer los resultados de sus actos, más doloroso que cuam- tos yerros pudiera acarrearle su improvisación, su falta de lógica. Esta, además, ocúltale a la mujer lo trágico de su