Página:Lombroso El alma de-la mujer.djvu/160

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GINA LOMBROSO


De suerte que los ejemplos, los desenlaces que ha pre- senciado, 2sí como también los juicios que en las diversas contingencias de la vida oyóles formular a las personas que la rodean, son sus naturales hilos conductores. La mujer pro- pende a modificar sus instintos en la dirección que ve más estimada, a fragnarse un modelo ideal de la mujer, que res- ponda al aplauso de quienes la rodean y a encarnarlo en su persona.

De aquí la enorme importancia que para la moral de la mujer tiene el medio en que vive, los libros que lee, las co- medias que ve representar y los actos de que es testigo; y, so- bie todo, el juicio de aquellas personas que componen su me- dio sobre las protagonistas de esos libros, esas comedias y esos actos: porque con arreglo a esos juicios, gobernará su vida. Y yo creo ciertamente que la gran boga de la literatura ibseniá- ma. con su relativo poner por las nubes a la mujer que busca a todo trance ser feliz, ha. contribuído no poco a la desor- ganización familiar de que somos observadores impotentes. Verdad que las tradiciones, los ejemplos y juicios son un me- dio de acción indirecto y por lo tanto harto más complicado y difícil de aplicar que oportunamente que la razón. Pero merced a ese equilibrio que espontáneamente fórmase en to- das las cosas, la mujer que ha de aprovecharse de ellos, há- llase en posición privilegiada por lo que a este respecto atañe. Quizá sea difícil establecer ejemplos y tradiciones a las que haya el hombre de ajustar su conducta, sobre todo en los tiempos modernos, porque su profesión le coloca en condi- ciones que pueden variar hasta lo infinito, ya que los cam- bios de lugar que emprende con miras al lucro y al fomento de sus intereses, suelen imponerle diversas condiciones de vi- da; pero nada es, por el contrario, que establecerlos para la mujer, en quien, profesión y misión se confunden, siendo cosas fijas e inmutables,

Los casos en que la mujer puede encontrarse, los proble- mas y contrastes con que haya de tropezar su inteligencia y su corazón, son fijos y fatales; limitado es el campo en que habrá de emplear sus talentos y dirigir su vida, como limi- tadas y fijas las tareas a que ha de consagrar sus horas e in- variables sus pesadumbres y sinsabores, Redúcense éstos, er