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EL ALMA DE LA MUJER 169

suma, a sus choques con el hombre al que ama, sin recipro- cidad o que la ama sin amarle ella o no ama, pagándole él en la misma moneda; la aspiración a un amor ideal que no llegará nunca a encontrar un compañero con el cual arreglar su vida lo menos mal posible, organizar la nueva familia y mantenerla en equilibrio con los recursos y el medio.

La represión de un amor que no puede satisfacer los desvelos materiales y morales de la crianza y educación de los hijos, sus desencantos y vicisitudes, resumen las tribula- ciones y las tragedias de su vida.

La vida de la mujer, limitada por todo lados en acción e ideación, por los límites mismos de su misión uniforme, es una función sui generis que sólo remotamente puede aseme- jarse a la del agricultor, dedicado también todas las horas del día a velar por las tiernas vidas que le están confiadas y crear otras nuevas; vida difícil de cumplir en modo perfecto y, so- bre todo, de innovar, pero facilísima de ser medianamente desermpeñada. En el fondo, una mujer que tenga. aunque sea una inteligencia menos que mediana, como no tenga preten- siones especiales, y esté bien impuesta en sus deberes domésti- cos, como no le sean demasiado desfavorables las circuns- tancias exteriores, podrá desempeñar su._cometido de dueña de su casa tan bien como una mujer de superior talento. En la tradición que con la educación le transmitieron, podrá ha- llar la clave de todas aquellas situaciones en que le acaecerá encontrarse incluso de las que parezcan más complicadas y per- sonales. Y quizá sea ésta la razón por qué muchas mujeres, que podrían vivir muy bien sin preocupaciones y hacer pa- sar una vida muy agradable a su familia, concluyen por aca- rrearse a sí mismas y a los suyos la desgracia, llevadas de su prurito de salirse de lo vulgar, que creen muy por debajo de sus capacidades; todo por emplear su inteligencia en intro- ducir innovaciones que no saben ni pueden realizar allí don- de lo mejor sería atenerse al modelo convenido; siendo ésta la razón de ese espanto que las mujeres de talento suelen ín- fundirles a los hombres.

Atendido, pues, que los casos en que la mujer puede encontrarse son tan limitados, y tan fijas las dificultades, resúltala mucho más provechoso y cómodo imitar los ejem-