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plos legados por las mujeres modelos y seguir las tradiciones sobre estos modelos calcadas y refrendadas por la sociedad. que no devanarse los sesos por idear novedades.
Más que acostumbrar y obligar, pues, a la mujer a una reflexión que le repugna, y que, si no está dotada del nece- sario talento, puede conducirla fatalmente por extraviados caminos, importa a la sociedad no perder de vista el ideal que vaya forjándose, y los modelos que imitar se proponga. Ideales y modelos harán veces de guía y freno, mucho mejor que no las teorías y la lógica. Efectivamente, si el ideal que la mujer se forjó, es malo, no servirá la lógica sino de ha- cerla hipócrita, mientras que si el ideal es bueno, aunque ca- rezca por completo de lógica, ese ideal le guiará a través de la vida, por entre las más adversas peripecias, mucho mejor de como pudiera hacerlo la lógica, despertando en ella esa aversión invencible, aunque no razonada, al mal, que es un freno mucho más seguro que toda lógica y todo razona- miento.
Obsérwese que el ideal, el miedo a la opinión ajena, el hábito de ajustar la propia conducta a determinado modelo, pueden servirle de freno incluso a quienes tienen instintos per- versos, mientras que en tales casos resulta por completo im- potente la lógica.
En la práctica, cn la vida, resulta mucho mejor que la mujer se abandone a su instinto, a su intuición, a su amor y a los ejemplos, que no se esfuerce por adquirir una lógica, que como no vaya acompañada de un esfuerzo superior a sus fuerzas, no habrá de conducirla nada bien al través de la vida.
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Pero la tradición, los ideales, no le bastan siempre en Ja vida a la mujer. Esta suele necesitar también de consejos, de apoyos directos, que en ciertos casos puede y debe buscar en la razón.
Ya dije que el egoismo es un guía inmejorable para con- ducirse en la vida, y que los infelices que no lo tienen, son como hojas al viento, presas siempre de las circunstancias ex-
