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184 GINA LOMBROSO E E OT AER DATA IIS ció a los goces de la vida por consagrarse a ayudar al padre infortunado, se interesarán por los grandes problemas his- tóricos, morales o matemáticos resueltos por una mujer; pe- ro ninguno sentirá palpitar su corazón por una de estas he- roínas, sólo en concepto de tal, ni sentirá el irresistible im- pulso de conocerla y amarla, que sentiría el noventa por cien- to de los hombres ante la descripción de un prodigio de hermosura o por una heroína de teatro o de cinematógrato.

Ningún hombre estaría dispuesto a arriesgar su vida, a aventurarse en en presas peligrosas por una Kovalewski, una Mme. de Stael o una Jorge Sand, movido únicamente de admiración ante su talento, mientras que miles de ellos ten- drían a gala hacerlo por la Princesita Soñada.

Esta distinción que hace el hombre entre estimación y amor, resulta tan marcada que a veces frisa en antagonismo. El hombre, en efecto, siéntese atraído hacia aquellas muje- res que ejercen una profesión que estima en poco, mucho más que no hacia aquellas otras cuya actividad resulta esti- mable a sus ojos. En el fondo, encuéntrase más a gusto cuan- do se casa con una mujer de clase inferior y de inteligencia y moralidad no más que medianas. que cuando toma por compañera una mujer de clase social superior a la suya o de una inteligencia y moralidad superiores que exigen. defe- rencia y respeto. Este antagonismo entre amor y estimación es tan común en el hombre que no sólo es muy difícil se enamore de la mujer que estima, sino que a veces acaba por despreciar a la mujer que estimaba, amaba y admiraba, por el solo hecho de amarla o por dejar de amarla, por el sólo hecho de que la estima; como si el sentimiento de placer que el hombre une con el del amor sufriese menoscabo, al unirse con el de la admiración o el aprecio.

Es muy frecuente ver que el hombre que tiene una mu-

jer a la que ama, estima y admira, trate de desquitarse de la sujeción que la estima le impone, recurriendo al amor de otras mujeres a las que no estima, pudiendo amarlas por lo tanto a sus anchas, cual con frecuencia les sucede a los mo- narcas,

.. En el fondo, débese a esa distinción entre amor y apre- cio el que el hombre establezca una diferencia tan rotunda