EL ALMA DE LA MUJER 195
Otro tanto puede'decirse del concepto que la mujer se forja del amor como consagración de la persona, como de- voción y enaltecimiento del amado; ilusión preciada para la familia y para la humanidad, y que le hace fáciles y gratos los sacrificios que diariamente se ve obligada a realizar, re- forzando todavía más su monogamia, su moralidad, por el hecho de avivársele el amor en el alma, en vez de enfriársele con el transcurso de los años y el mayor número de los sa- crificios hechos o por hacer,
El concepto femenino del amor como devoción, admi- ración y aprecio, es la garantía de la familia, sin la que el mundo humano se transformaría en una orgía de pasiones desenfrenadas e incoherentes, de amores volubles y violen- tos, en que resultaría imposible educar a las nuevas gene- raciones.
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Pero con ser tan útil a la sociedad el concepto altruístico que del amor se forja la mujer, no resulta tampoco inútil el egoístico y sensual que de ese mismo sentimiento tiene el hombre, ya que el predominio en su amor del ardor de con- quista, del placer de la posesión, presenta la gran ventaja de reducir a mínima expresión sus celos.
Créese, por lo general, que el hombre es ferozmente celo- so, y feroces son en verdad los actos en que se manifiesta, sólo que no son los celos del hombre por la mujer, sino por su propiedad, por su nombre, por su dignidad y hasta por su posición social en el mundo. La mujer y la hermana son una propiedad que la sociedad ha confiado tácitamente a su vigilancia. El deshonor de su honra recae más sobre él que sobre ellas. Y este mal papel que se ve obligado a hacer en la vida, es lo que pone furioso al hombre, antes que el escozor de la deslealtad amorosa. Esa responsabilidad, que confusamente adivina, aunque no se le haya hecho una en- trega oficial, hace que desea y exija de la hermana y la es- posa modos y condiciones distintos de los que tanto le agra- dan. Pero sus celos cesan en cuanto deja de estar su dignidad en entredicho, El que la mujer haga ostentación de su belle-
