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za y despierte en los demás la misma atracción que en él des- pertara, y siga granjeándose el aprecio y la admiración de Jos demás, que les consagre su inteligencia y su corazón a otros qué a él y continúe queriendo y estimando a sus padres y sus hermanos, es cosa que no excita ni por asomos sus celos, al contrario de lo que a'la mujer le ocurre en caso semejante. Considérase en el fondo como algo raro que el hombre le exija a su mujer el que se aisle de su familia y sienta celos del cariño de los hijos, como a menudo le sucede a la mujer. Sería ridículo que el hombre sintiera celos del cariño que la mujer les guarda a sus padres, mientras que aun les choca que la mujer esté celosa del cariño que el marido le profesa a su madre. Tan poco celoso es, por lo general, el hombre en punto al cariño que su esposa le sigue conservando a su familia, que suele entenderse y llevarse mejor con ella que con la suya propia. Ahora bien; esta casi completa ausencia de celos en el hombre constituye no escasa ventaja para la vida familiar, según puede verse muy claro en aquellas fami- lias donde no ocurre así.

Todo lo contrario sucede con la mujer.

El concepto femenino de que el amor ha de ir unido al aprecio y la admiración, es la razón primera de los terri- bles y universales celos femeniles, los cuales se extienden, no sólo a cuantos objetos excitan la atracción física, sino tam- bién a cuantos excitan la admiración y estima de! amado, constituyendo la pesadilla entera de su vida. Los celos del hombre limítanse, según dije, a cuanto se refiere al honor de la mujer. Pero ésta siente celos de todos y de todo, de cuantos objetos puedan despertar la admiración y el aprecio del ser amado, haciéndole sospechar que no es ella el único objeto de su aprecio y admiración; de cualquier sentimiento o cualquiera ocupación que venga a interponerse entre ella y él, entre ella y el mundo y del mundo mismo, sufriendo ho- rriblemente cuando ve que aquél tiene más importancia a los ojos del amado o que hay algo, que no es ella. que pue- de serle provechoso.

Y como en ella se confunden el amor conyugal y el materno, siente celos del hijo, igual que del marido, y con- cibe aversión por los conceptos que atraen la admiración del