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32 y GINA LOMBROSO AAA AO AAA

ligencia unos frutos destinados a morir en la cuna, sin pro- ducir siquiera esa utilidad que aciertan a rendir las plantas silvestres.

La única que no siente esa necesidad es la mujer hom- bruna, aquella a la cual, bien las circunstancias sociales, bien las costumbres o especiales aptitudes, dotaron de ese lumi- nar vin: «goísmo, que en las mujeres que se conservan fe- meninas, apenas si arroja alguna luz.

Pero hay también otra razón para que la mujer sienta por fuerza esa necesidad de apoyo.

Para formarse un criterio general de la vida, para tra- zarse un plan y seguirlo, para atinar con la senda que a su logro conduce, es menester que el fin que nos ponen delante los ojos sea real, palpable, medible; es decir, que caiga bajo el dominio de la razón, que sea un interés.

Los goces egoístas que constituyen la pasión del hom- bre, sean buenos o malos, morales o inmorales, responden a estas condiciones: son reales, palpables, razonables, son, en una palabra, intereses. Si deseo regalarme con una buena co- mida, oír una buena música o resolver un problema, lo que deseo son cosas reales que caen bajo el dominio de la razón; de suerte que ésta puede intervenir en el asunto, brindando un criterio de selección; decidme qué es lo mejor y lo peor, declaradme si conviene o no que haga tal sacrificio para con- seguir mi objeto, y en último término, indicarme el camino que debo seguir para lograrlo.

Pero si, por el contrario, lo que deseo es ser amada o amar a aquellos que me rodean y colmarles la vida de satis- facciones, si deseo tener un hijo y satisfacer pasiones altruís- tas, el blanco de mis anhelos son goces de una calidad impal- pable. No hay brújula alguna que pueda guiarme en el empe- ño de conciliar estas pasiones con mis intereses. No sirve al caso la brújula de la razón, porque esos bienes están fuera de su alcance; ni tampoco la de la pasión, porque no es una pa- sión sola, sino varias, las que deseo satisfacer.

Así que por el mero hecho de que nuestra pasión choque con nuestros intereses no contamos con un criterio para lograr estos últimos. Siendo además variable la intensidad de la pa- sión y vivos y diversos sus objetivos, carecemos de criterio pa-