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34 GINA LOMBROSO AAA

¿Qué es lo que se llama el interés de una persona? To- do aquello que puede acrecer su potencialidad material o mo- ral: la salud, la vida, riquezas, fama, honores. Tales son en el fondo los bienes que el hombre persigue con mayor tesón y en cuyo logro suele hallar los más vivos goces. Los place- res del gusto, a que es tan sensible, concuerdan con los inte- reses de su propia salud; los de los honores. las riquezas y la fama corren paralelos al incremento de su poderío. Pero la fama y los honores no bastan a hacer feliz a una mu- jer. Esta necesita amar y ser amada, crear la vida, velar por la existencia de todos los seres vivos que la rodean: he aquí sus pasiones, he aquí los fundamentos de todos sus goces y de sus dolores todos. Sólo que estas pasiones suelen estar casi siempre en pugna con sus intereses.

No tiene la mujer interés alguno en tener hijos cuyo sue- ño velar en la noche y por los cuales atormentarse moral y materialmente en el transcurso de la vida entera, puesto que esos hijos no implican para ella incremento alguno de salud. ni de riqueza, fama u honores. La mujer no tiene interés al- guno en dejar la familia paterna, donde suele ser reina e ído- lo y renunciar comodidades, riquezas, libertad y a yeces has- ta honores, fama y posición social elevada, por seguir a un hombre que en ocasiones no puede ofrecerle cosa alguna en compensación de los bienes positivos que por él abandona. No hay interés alguno que mueva a la mujer a buscar do- lencias que curar, males que mitigar. Ni tampoco a llenar la casa de flores, pájaros y perros, de seres vivos que la tengan ocupada y preocupada todo el día, ya que por ese medio no ha de ver acrecidos ninguno de esos bienes que se consideran como tales. No tiene interés alguno la mujer en casar a sus hijos y quedarse ella sola cuando más necesitada estaría de su afecto. Si partimos del punto de vista de su interés per- sonal, resulta absurdo que, al nacer Caín, se eche Eva a los pies del Señor diciendo: Dios me ha perdonado, me ha dado un hijo al que consagrarse, ya que, en realidad, este hijo cons- tituye para Eva una serie de sacrificios, de afanes materiales y morales, no una serie de goces. Y, sin embargo. este grito de Eva es el grito de agradecimiento de la mujer que, por fin, encontró una satisfacción a su instinto, una finalidad a todas aquellas tendencias que confusamente sentía rebullirse