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GINA LOMBROSO


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y además se lo merece.—Perengana, viste con mucha elegan- cia, es cierto, pero tiene una doncella ideal, pero derrocha una fortuna, etc. .

Esta recíproca murmuración con que se obsequian las mujeres por lograr la palma en todo, hasta cuando se quie- ren y se estiman y están dispuestas a hacerse mutuos favores, no us egoístamente irracional. Los hombres, que son poco in- tuitivos, no ponen mucha dificultad a dejarse convencer de la superioridad de la mujer que se alaba a sí misma y rebaja a las demás. Las murmuraciones, jactancias y mentiras de las «mujeres suben de punto en presencia de los hombres: pero no cesan ni aun en el palique femenino, hasta cuando se tra- ta de personas desconocidas. En los procesos donde resultan complicadas mujeres, son ellas las más implacables y feroces. Las mujeres son las que más recelo muestran para admitir a la mujer a las profesiones varoniles de médico y abogado.

Individualmente, esta manía de sobresalir impide que se establezcan verdaderas amistades entre mujeres y estorba la realización de esa corriente de expansión y confianza que tanto bien nos haría en esta vida. La mujer desconfía de la mujer porque todas aspiran a sobresalir, y saben que su me- jor amiga no tendrá reparo en aplastarla con tal de alzarse con la primacía. La mujer que se adapte con toda cachaza a no contradecir la primacía de la amiga, tendrá cuantas amigas quiera, dispuestas a hacer por ella verdaderos sacri- ficios, a darle inmejorables consejos y prestarle la ayuda ma- terial y moral más valiosa. Ñ

Socialmente, esta pasión de sobresalir en todo. con la jactancia, la mentira y la murmuración que la acompañan, neutraliza la general gratitud a la mujer por los bienes posi- tivos que a sus semejantes brinda, echando una sombra de desconfianza y de sospecha sobre el sexo femenino en gene- ra] y en particular sobre las mujeres que cada cual conoce y trata. Esta pasión complica desmedidamente la cuestión de la mujer, impidiendo una adecuada educación de los hom- bres. que sólo podría resultar de una amplia solidaridad fe- menina, que de las madres se extendiese a las nueras, de las hermanas a las cuñadas, etz;

Sería, pues, de la mujer importancia desarraigar este defecto, ¿pero, cómo? La condesa Bacciochi aconseja la auto-