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EL ALMA DE LA MUJER 85

la sociedad; sentimientos que sería provechoso tratar de re- primir, sea como fuere. Sólo que ¿cómo? Acostumbrando a las niñas a reflexionar acerca del origen de sus sentimientos, a considerar afortunada su suerte y a ver siempre el lado bueno de la propia condición, podrá lograrse algo; pero quizá se consiguiese más con el ejemplo.

MODA

La enorme importancia que la mujer concede a la opi- nión ajena llévala con impulso irresistible a la pasión de se- guir la moda, que no es sino el juicio ajeno autorizado en el momento actual.

Estando dotada de menor sentido crítico que el hom- bre, cuando se trata de objetos que caen fuera de su compé- tencia, inclínase la mujer a encontrar hermoso o feo, intere- sante o aburrido lo que juzgan hermoso o feo, interesan- te o aburrido los demás, y, sobre todo, aquellos que com- ponen el círculo de su alterocentrismo.

Cuando una cosa está de moda en usos y costumbres, en moral o en literatura y luego que las personas que ella estima adoptaron aquella moda, ya no razona la mujer. Ex- tremada como es en todo, dispónese a seguir la moda ciega- mente, con el más grave prejuicio propio y ajeno, aunque creyendo siempre—ni que decir tiene—que no lo hace por seguir la moda, sino por propio e irresistible impulso. La mu- jer que, dígase lo que quiera, es fundamentalmente casta, mo- nogámica, madre y sentimentz!, tórnase cínica, corrompida y antimaternal, en cuanto así io quiere la moda, según ocu- rrió en el Ancien regimen, poco antes de estallar la revolu- ción, y que se trataba de un ci:iismo, de una corrupción oca- sionada únicamente por la moda; demuéstralo el hecho de que aquellas mismas mujercitas frívolas y fatuas que en la corte de Luis XV pasaban el tiempo robándose mutuamente los amantes o despotricando de temas políticos, luego que se vieron pobres y en el destierro dieron de mano al vicio que hubieran podido proporcionarles un fácil desahogo y brin- dáronse como ejemplo de las más altas virtudes de sacrificio y de pureza.