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A su vez, la manía de seguir la moda, de creer bello o feo lo que de tal califican los otros, engendra un curioso de- fecto propio de la mujer; el de decir y creer que se aburre cuando está haciendo cosas que la entretienen, y declarar y creer que se divierte cuando hace cosas que la aburren, se- gún que las tales cosas estén de moda o sean tenidas en con- cepto de anticuadas. Ahora que está de moda la literatura y el feminismo, no hay mujer que no crea divertirse la mar leyendo o discutiendo de arte, ciencia, etcétera... siendo así que, en realidad, la mayor parte de ellas abúrrense con eso lo indecible. Por modo análogo, las señoras de la alta so- ciedad creen generalmente aburrirse o hacer, por lo menos, un gran sacrificio cuando trabajan o realizan alguna tarea material, como cuidar de sus hijos, gobernar la casa, soco- rrer a los pobres o asistir a los enfermos cuando en reali- dad, lo que hacen con ello es satisfacer su instinto de activi- dad, de altruísmo y, por lo: tanto, están gozando.

En casi todas las Memorias que se conservan de damas de la aristocracia francesa, emigradas a raíz de la revolución, hácese resaltar el hecho de que esas señoras, que hasta allí vivieran en el ocio, sintiéronse muy sorprendidas al encon- trarse que hallaban más satisfacciones en las humildes faenas a que en el destierro se veían obligadas que en todas sus mun- danas ocupaciones antiguas.

Más de una señorita francesa os dirá que le resultaba más grato asistir a los enfermos en un hospital o cuidar de los niños en un asilo, como hacían durante la guerra, que no sostener esas conversaciones frívolas y hacer esas visitas obli- gadas a que voluntariamente se condenan, porque es moda.

La mundanidad de hoy día—inútil vestigio de una gran función social antigua——=s una costumbre que no dis- trae gran cosa a la mujer, la cual la cultiva únicamente por pura moda o por amor propio. La guerra, que la eximió de esa reata, fué en el fondo para ella un gran respiro.

. Mueve por lo general a risa esa premura que pone la mujer en seguir la moda. Pero en realidad, haciendo cuenta de lo difícil que le es formarse un criterio de sus propios in- tereses y atendido el aprecio que hace de la opinión ajena—, el seguir la tradición y la moda son otros tantos medios muy cómodos de conciliar sus deseos con sus intereses —. La mo-