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EL ALMA DE LA MUJER 67

da es un criterio que en sí y de por sí no tiene ningún valor moral, pero por el mero hecho de que se le acepta y se le sigue, cuenta ya por lo menos con el sufragio general, sobre cuya base se puede siempre formar un juicio; de otra parte, si la mujer no siguiese la moda y habida cuenta del ansia tan poderosa que siente de sobresalir en todo, de hacerse no- tar, vendría a caer fácilmente en la excentricidad, que es to- davía peor que la moda. De suerte que, en último término, conviénele a la mujer seguir la moda; sólo que conviene tam- bién que la sociedad y las mujeres superiores no pierdan de vista a esta moda y no consientan que arrastre al sexo feme- nino por vías peligrosas, para las mujeres mismas y también para la sociedad.

SENTIMENTALIDAD

Dije antes que la mujer déjase llevar por compieto de pasiones e intuiciones, que son algo al margen del razona- miento y que despojan a éste de toda energía. El razona- miento es la acción, el padre de la duda, un grillete que le impide a la acción correr con ligereza; pero es al mismo tiem- po un paso que mantiene el equilibrio. No teniendo ese con- trapeso la mujer, fácilmente se escurre hasta dar en los exce- sos de toda índole.

De este excesivismo nace buena parte de la sentimenta- lidad de la mujer, la angustia excesiva, el excesivo entusias- mo, la excesiva compasión, los sacrificios excesivos que tri- buta a personas o a causas que no valen la pena o no rinden los resultados que se esperaban.

Esta sentimentalidad que forma parte tan íntima del alma femenil, no tiene nada que ver con ese falso sentimen- talismo, hijo de la vanidad, de la hipocresía y del oportu- nismo que, con justicia, ha desacreditado tanto la palabra. Nace ese falso sentimentalismo de un supuesto sentimiento, de ley más o menos dudosa, unido a una pretensión inte- lectual de cultura y de ciencia que no posteen. Prevalece en esas personas desprovistas de verdadero sentimiento, a las que una mediana cultura ha permitido penetrar a medias los