EL ALMA DE LA MUJER 71
¿Es el sentimentalismo un bien a un mal para la mujer? ¿Es una virtud que se debe cultivar o un vicio que se debe ex- tirpar? El sentimentalismo, aparte aquella forma apócrifa en que se confunde con la mentira, más que una virtud o un defecto, es un instinto que tiene sus raíces en el sentimiento verdadero y que, por lo tanto, puesto que sea dañoso para el individuo, resulta útil para la socidad..Pues si el sentimenta- lismo induce a engaño alguna vez a la mujer, ella es la úni- ca que sufre las consecuencias.
Es además el sentimentalismo una cualidad que atrae al hombre a la mujer. El hombre, que es tan parco en sentimien- to, propende a amar a quien lo embellece el espíritu, prestán- dole una suma de sentimientos que no posee, y cuya hambre sentimental puede satisfacerse con pábulos tan ilusorios. El sentimentalismo forma hasta tal punto parte de la psiquis fe- menina, que la mujer que de él carece nos resulta desnatura- lizada. Por todo esto, el sentimentalismo constituye una vir- tud en la mujer.
Es una virtud, pero que le cuesta horriblemente cara, que la hace sufrir en demasía mucho más de cuantos benefi- cios generales pueda valerle, la expone a desilusiones y amar- guras inevitables, puesto que el favorecido mide el sacrifi- cio—si es que lo mide—por la necesidad que de él tenía, no por el sacrificio mismo. y éste, en el caso del sentimentalismo, suele ser, con harta frecuencia, mayor que el beneficio produ- cido, de donde resulta que el sentimentalismo es una buena cualidad en la mujer, que debe apreciarse pero no cultivárse- le con exceso, sino todo lo contrario, tratar de moderarlo en la mujer antes que fomentarlo en la educación, tanto más cuanto que la amargura provocada por el desequilibrio entre los sacrificios hechos y el bien obtenido entre los dolores su- fridos y la gratitud que granjean, suelen agriar el carácter de la mujer tornándola excitable; quisquillosa, desabrida y des- confiada, lo que no le sucedería si habiéndose dado en me- nor medida al mundo, no tuviese contra él tantos créditos. Esa adustez que a veces muestran las mujeres prudentes y ar- chihonradas, es debido al despecho de su sentimentalismo ofen- dido.
Dije que la educación debería ver de refrenar las tenden- cias excesivistas de la mujer, así como las sentimentales, Pero