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no es cosa para niños, y nunca lo he visto tan serio como entonces.

¡Ay! ¿y si mamá me viera? Sería mucho peor para mí, porque abuelito me perdonaría, pero ma- má ya es otra cosa. Cuando menos me mandaría a la cama sin postre o no me llevaría el domingo al Circo.

Porque mamá dice que los padres debieran cas- tigar severamente a sus hijos cuando los ven fumar. Ella asegura que el tebaco es malo para los hom- bres, y para los niños un verdadero veneno; que los niños fumadores no se crían fuertes y a menudo se ponen tontos. Dice que el fumador pierde el ape- tito y hasta puede ponerse tísico, es decir flaquito, muy flaquito. Y si mamá lo dice debe ser cierto.

¡Ay! ¡ay! ¿qué es lo que me pasa? Tengo sueño, me arde la garganta, la cabeza me duele y me pesa como si fuera de piedra,.y siento en el estómago una cosa que la buena educación no me permite decir. Ya no tengo ganas de nada; ¿si me estaré poniendo tonto? ¡Qué miedo! Y lo peor es que oigo los pasos de mamá. ¡Estoy perdido!

¡Mamita! ¡mamita querida! No me castigues; déjame ir el domingo al Circo, que mi travesura ha sido suficientemente castigada. ¡Te prometo que será la última!