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con que se prepara la mazamorra en nuestros hogares.
Raúl. — Y el locro ¿no es verdad? señorita.
Sta. Raquel. — Exactamente; esos dos platos son propios de nuestro pueblo, como la polenta lo es del italiano. Pero ¿a que no se han fijado ustedes en una cosa que se encuentra aún en la espiga que Horacio nos ha traído?
Ester. —¿En las hojas que antes envolvían la espiga? Es la chala.
Sta. Raquel. — Cuando estas hojas están frescas, ¿qué dejan salir por un extremo de la espiga?
Luisa. —La hilacha que parece la cabellera del choclo. Con ella suelo hacer trenzas para mis muñecas de trapo.
Sta. Raquel. —La hilacha y la chala son los protectores de la espiga; la envuelven e impiden que las aves picoteen los granos.
Manuel. — En Catamarca, como en Salta y otras provincias, usan la chala para hacer cigarrillos y la gente pobre rellena colchones con ella.
Ida. —En la estancia hacen fuego con las espi- gas secas que no tienen ya granos.
Manuel. —¿Con los mazlos, querrás decir? Ida.
Sta. Raquel. — Ya ven ustedes cuán útil es esta planta. Ahora, tengan presente que el maíz cs
