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Jueces son los funcionarios encargados de hacer justicia, es decir, de dilucidar las querellas entre los individuos y determinar de parte de quién está la razón. No serían necesarios, si todos tuvieran espíritu recto y jamás aten- taran contra la propiedad de los demás, contra su derecho a trabajar, a vivir, a pensar y obrar como mejor les pa- reciere.

Pero, desgraciadamente, no ha llegado aún el día en que todos respeten esas cosas; diariamente oirán ustedes decir que se cometen robos, asesinatos, violencias de todas clases por individuos de malas costumbres, que son así porque no han recibido una buena educación en sus hogares y por- que no han concurrido a la escuela.

Para tales casos son necesarios los jueces, porque si no existieran, los ofendidos tendrían que castigar por su propia mano a los ofensores o, lo que es lo mismo, hacer- se juslicia por sí mismos, práctica condenada entre gente culta. Si tú, Pedro, hubieras injuriado a Manuel de pala- bra o de hecho para que no te molestara, habrías hecho mal, porque nadie tiene derecho a convertirse en juez de su ofensor; por eso apruebo que pensaras recurrir a mí para que te hiciese justicia.

— Sin embargo — observó Manuel, — cuando los sol- dados de un país matan a los de otro en la guerra, nadie dice que hacen mal.

— Me gusta tu observación — respondió el maestro. — Eso quiere decir que tú ves cuán injusta es la guerra y piensas que, en el fondo, debería condenársela.

Pues bien, no está muy lejos tal vez el día en que la