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— 8 iguales, de un verde claro lustroso, muy distintas de las demás. ¿No serían los anhelados árboles de yerba- mate? En efecto, lo eran, como pudieron comprobarlo pocos minutos después al dirigirse al sitio indicado; se trataba de un bosquecillo de considerable extensión, forma- do por plantas de muchos años y, por lo tanto, adecuadas para beneficiar sus hojas.

Desde ese momento los tres compañeros fijaron su carpa en dicho punto y se pusieron a la obra.

Los primeros días los dedica- ron a cortar las ramas de los tan buscados árbo- les. Mientras dos se ocupaban <n Cargando en carros las bolsas de yerba elaborada, esa faena, el ter-


cero, en unión con los indios, construyó el barbacuá, es- pecie de armazón semejante a la de un rancho, que se recubre completamente con ramas de yerba-mate, y dentro de la cual, una vez bien cubierta, enciéndese una hoguera, a Cuyo calor las ramas y hojas se tuestan lentamente, de modo que, al extinguirse el fuego, todas las hojas quedan perfectamente secas.

Sólo restaba molerlas, pero como nuestros jóvenes care- cían de molino, tuvieron que hacer a mano esa faena, para lo cual ahuecaron gruesos troncos en forma de morteros,