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— Sin embargo, fíjate bien, ¿dónde se ve el sol a esa hora? — Arriba mismo de nosotros, cual si estuviera suspendido
sobre la ciudad, sobre los campos, las casas, los árboles. ... — ¿Puedes mirarlo cómodamente?
—.No; porque entonces parece estar muy cerca y su
luz es tan fuerte que resulta
imposible fijar en él la vista.
— Y ¿dónde lo ves al caer la tarde?
— Hacia el oeste, donde parece ir descendiendo y ale- jándose cada vez más, hasta que se hunde en el horizonte y se oculta por completo a nuestra vista, sobreviniendo al poco rato la noche.
— Y al amanecer, ¿está también al oeste?
— ¡Oh! no. ¡Quién no sabe que el sol sale por el este! Algunas veces, cuan-
en la Tierra del Fuego, los indios onas tienen que recurrir a las pieles para preservarse del riguroso frío.
do he madrugado, lo he visto, cual si saliera de ese extremo de la tierra, ir subiendo poco a poco hasta llegar, a medio-
día, a lo alto del cielo.
— Bueno, pues, la causa de que sea diferente la tempera- tura a mediodía, a la tarde y al amanecer, está en ésto: la mayor o menor altura del sol sobre el horizonte.
Cuando lo ves, como tú dices, sobre el pueblo y las casas,