—9%-— que estás equivocado al pensar que no se llega a serlo mediante el trabajo de la tierra.
— No veo cómo — observó el niño. — Todos los colo- nos que yo conozco son pobres...
— Y, ¿no has tenido ocasión de ver de cerca a algunos de los que antes fueron colonos y hoy son hombres de fortuna?
— Yo no. ¿Usted conoce alguno? — preguntó muy sor- prendido el chico.
— Conozco muchos — díjole el anciano, sonriendo — y sé la historia de uno, íntimo amigo mío, que, hijo como tú de un colono pobre, llegó a ser dueño de leguas y leguas de campo, donde hoy trabajan centenares de agricultores, muchos de los cuales serán ricos de aquí a pocos años. ¿Quieres oirla ?
— De buena gana — dijo Pepito.
— Pues oye — prosiguió don Juan; y tomando asiento en un tronco de árbol que servía de banco a la entrada de la clase, sonrióse al observar que todos los chicos de la escuela y hasta el maestro mismo se habían agrupado a su rededor para escucharlo.
CORRESPONDENCIA ESCOLAR. — Si ustedes viven en las ciudades y son afectos .a mantener correspondencia con otros niños, debieran dirigirse a los alumnos de las escuelas rurales, pidiéndoles datos acerca de las faenas cam- pesinas que presencian diariamente. En cambio, ustedes podrían enviarles relaciones referentes a cosas peculiares de la ciudad.