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Los anales.—Libro XII.

las; y de cualquier manera presentaban los despojos y la presa á los procuradores de su provincia. Los cuales all principio se alegraban; mas creciendo después poco a poco los males y daños, interesando también las armas militares, para encaminar su sosiego, murieron á sus manos muchos soldadus, y se abrasara en guerra toda la provincia, si Qua drato, presidente de Siria, no proveyera de remedio. No se puso duda en castigar de contado con pena de muerte á los Judfos que habían tenido atrevimiento de matar á los soldados romanos. Cumano y Félix procuraban ponerlargas á su negocio particular; porque Claudio, sabida la causa de la rebelión, había dado autoridad de juzgar también las culpas de los procuradores al presidente Quadrato. Mas él, poniendo á Félix entre los jueces, recibiéndole y dándole asiento en el tribunal, entibió el ardor de los acusadores.

Y al fin fué sólo Cumano castigado por las maldades de entrambos, con que se quietó la provincia.

No mucho después los villanos de la nación de los Cilices, llamados Clitas, que ya otras muchas veces se habían alborotado, tomadas las armas debajo de la conducta de Trosobor, su capitán, ocuparon la aspereza de los montes; y plantado allí su alojamiento, bajaban hacia las ciudades y costas marítimas, inquietando los labradores por los campos, y atreviéndose á robar y saquear á los mercaderes y gente de mar. No contentos con esto, pusieron sitio á la ciudad de Anemuria, y rompieron el socorro de caballería enviado de Siria á cargo del prefecto Curcio Severo; porque siendo la tierra áspera y cómoda sólo á gente de á pie, no se pudieron valer de los caballos. Antioco después, rey de aquellas costas, usando de buenas palabras y lisonjas para con el pueblo y de engaños contra el capitán, dividiendo primero las fuerzas de aquellos bárbaros y quitando la vida después á Trosobor junto con algunos de los principales, sosegó á los demás con la clemencia.

Por este mismo tiempo, habiendo Claudio hecho abrir y LOS ANALES.—LIBRO XII.