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Los anales.—Libro XII.

Fueron después tan netorias estas cosas, que los escritores de aquel tiempo dejaron dicho hasta que el veneno se le dió en un guisado de hongos, de que solía gustar mucho, y que no se conoció tan presto la violencia del tósigo, ó por la tontedad de Claudio ó por su embriaguez. Y sobreviniéndole luego flujo de vientre, comenzó á dar muestras de mejoría. Aterrorizada, pues, Agripina y no haciendo caso de la nota que se le había de seguir, á trueque de escapar del peligro que se le aparejaba, mete á la parte á Jenofonte, médico, confidente ya suyo en este caso, el cual es fama que so color de provocarle á vómito, le tocó la garganta con una pluma untada de un veneno subitáneo; sabiendo que las grandes maldades se comienzan con peligro y se acaban con recompensa.

Convocábase entretanto el senado, y los cónsules y sacerdotes hacían votos por la salud del príncipe, cuando muerto él ya, le procuraban calentar con paños y con fomentos, mientras se acomodaban las cosas para confirmar el imperio de Nerón. Antes de esto, Agripina, mostrándose aparentemente vencida de dolor, con achaque de buscar algún alivio, tenía abrazado apretadamente á Británico, llamándole verdadero retrato de su padre y entreteniéndole con diferentes ocasiones, todo para estorbar que no saliese de su cámara, donde estaba. Detuvo también á Antonia y á Octavia, sus hermanas, habiendo cerrado todas las puertas y puesto guardias, echando muy de ordinario voz de que mejoraba el príncipe, para que los soldados se entretuviesen con buenas esperanzas, y por aguardar el punto feliz señalado por los astrólogos caldeos para comenzar su empresa.

Llegado, pues, el mediodía de los trece de Octubre, Lo tuvo también Tiberio y otros. Esta costumbre, según parece y es creible, vino principalmente de los Persas, en donde se acostubraba probar la comida antes de empezar a comer.

LIPSIO.—Nota de la E. E.

Tomo II.
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