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Cayo Cornelio Tácito.

no hay tierra alguna. Fueron sorbidas parte de las naves, las más arrojadas á islas apartadísimas y tan deshabitadas y sin género de sustento, que los soldados que no tuvieron estómagos para sustentarse de los caballos muertos arroja dos á la costa por el furor de las ondas, murieron de hambre. La galera capitana sola con Germánico surgió en los Caucios; el cual, días y noches, por todos aquellos escollos y promontorios, llamándose merecedor de aquel trabajo, apenas pudieron defenderle sus amigos que no se arrojase en el mismo mar. Finalmente, cesando la fortuna y volviéndose el viento favorable, vuelven las galeras casi sin remos, las naves con capas y otras vestiduras cosidas en lugar de velas, y las que de una manera ni de otra podían hacer camino eran remolcadas por las menos rotas. Las cuales, remendadas brevemente lo mejor que se pudo, se enviaron luego en busca de las islas, y con esta diligencia se recuperaron muchos soldados. Muchos también fueron enviados por los Angrivarios, venidos de nuevo á la obediencia romana, rescatando los lugares la tierra adentro. Otros, transportados á Inglaterra alcanzaron libertad por obra de aquellos reyezuelos. Contaba cada cual cuanto venía de más lejos mayores maravillas; encarecían la violencia grande de la tempestad; pintaban aves de quien jamás se tuvo noticia, monstruos marinos, formas diversas de animales y de hombres, cosas ó vistas por los ojos ó imaginadas por el miedo.

La fama de haberse perdido la armada, así como incitó á los Germanos á nuevos deseos de guerra, asimismo despertó á Germánico el de procurarlos refrenar. Y habiendo enviado á daño de los Cattos á Cayo Silio con treinta mil infantes y tres mil caballos, él con la mayor fuerza va sobre los Marsos, cuya cabeza, Malovendo, poco antes recibido en devoción, avisó del lugar donde estaba enterrada el águila de la legión de Varo, advirtiendo que la guardaba poca gente. A cuya causa enviada luego la que bastó para