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Cayo Cornelio Tácito.

de libertad de ánimo el mismo Pisón con llamar á juicio á Urgulania, la cual, animada del favor y privanza de Augusta, se había venido á hacer más poderosa de lo que permitían las leyes. Y así como Urgulania no obedeció, retirándose en casa de César sin dársele nada por Pisón, así él no cesó de acusarla, por más que Augusta procuró mostrar que con esto se le perdia el respeto y aniquilaba la autoridad. Tiberio, pareciéndole que no era justo sufrir á su madre más que hasta aquel punto, ofreciéndole que quería él mismo comparecer ante el tribunal del pretor por abogado de Urgulania, salió de palacio, dando orden que le siguiesen los soldados de lejos. Causaba admiración al pueblo que concurría, la compostura de su rostro, y el verle con diversos razonamientos alargar el tiempo y el camino; hasta que fatigándose en vano los parientes de Pisón por quitarle, hubo de enviar Augusta el dinero que se le pedía á Urgulania. Este fin tuvo este caso, del cual quedó muy honrado Pisón y César con mejor fama. Mas era tal la autoridad de esta mujer en Roma, que no se dignó de comparecer en el senado por testigo en una causa que se trataba, y fué menester enviar á su casa el pretor para examinarla; siendo así que por usanza antigua se acostumbraba oir en el foro y en juicio hasta las vírgenes vestales, cuando son llamadas por testigos de verdad.

De buena gana dejaría de referir á lo que se extendieron estas cosas el año en que vamos, si no me pareciese útil el saberse la diversidad de opiniones de Pisón y Asinio Galo con ocasión de este mismo negocio. Pisón, puesto que había ofrecido de defender la causa de Urgulania, no dejó de seguirla por eso, antes juzgó que debía insistir tanto más, cuanto por no haberse de hallar el príncipe al juicio del proceso, á causa de haber de hacer el oficio abogado, podían decir con mayor libertad sus votos los senadores y caballeros: cosa bien conveniente á la república. Galo, á causa de que Pisón había preocupado esta apariencia de