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Cayo Cornelio Tácito.

lleguen á ser elegidos? Si los que lo son se ensoberbecen con tener aquella honra un año, ¿qué harán cuando sepan que les ha de durar cinco? Multiplicarse hian otras tantas veces los magistrados, trastornarse hian las leyes, las cuales tienen puesto límite á la industria de los opositores, y al procurar y gozar las honras.» Con esta semejanza de palabras favorables retuvo la fuerza y autoridad del imperio; ganó la gracia de algunos senadores aumentándoles las rentas, y así causó mayor maravilla el ver lo mal que tomó y el poco caso que hizo de los ruegos de Marco Hortalo, mozo noble y de conocida pobreza. Era Marco Hortalo nieto de Ilortensio el orador, y habíale obligado á casarse la liberalidad de Augusto, que le dió, á título de que dejase sucesión y no se acabase su noble linaje, veinticinco mil escudos de oro (un millón de sextercios). Este, pues, poniendo en hilera cuatro hijos que tenía, á la entrada de la puerta del senado, que se tenía entonces en palacio, en lugar de decir su voto como los demás, mirando ya á la estatua de Hortensio colocada entre las de los demás oradores, y á la de Augusto, comenzó así: «Padres conscriptos, yo, no de mi voluntad, mas por »exhortación del príncipe, y porque mis mayores merecie»ron sucesión, tengo estos hijos de la edad pueril y del nú»mero que veis. Porque á mí, que por la variedad de los »tiempos no he podido alcanzar hacienda, ni favor del pue»blo ó elocuencia, dote peculiar de nuestro linaje, me hu»biera bastado que mi pobreza no me obligara á mí á pade»cer vergüenza y carga á los demás. Caséme con orden del »emperador: ésta es la descendencia de tantos cónsules, de »tantos dictadores; no lo digo porque me tengáis envidia, »sino por impetrar misericordia. Participarán viviendo tú, »oh César, de las honras que les darás; mas defiende entre»tanto de la pobreza á los biznietos de Quinto Hortensio y á »las crianzas de Augusto.» La inclinación que mostró el Senado de ayudar á Horta-