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Los anales.—Libro I.

judiciales lujurias y desórdenes de Quinto Atedio y de Vedio Polión (1), y finalmente Livia, enojosa madre la república, y más enojosa madrastra á la casa de los Césares: que no había dejado cosa alguna para los dioses, visto que también él quería el mismo culto de templos y de imágenes, y ser servido por flamines y sacerdotes: que Tiberio no había sido llamado á la sucesión por celo de la república, sino porque, conocida en lo interior por él su arrogancia y crueldad, quiso acreditarse con el parangón de otro peor; siendo así que Augusto pocos años antes, pidiendo otra vez al senado la potestad de tribuno para Tiberio, puesto que en su oración hablase honradamente de él, no dejó de echar algunas varillas tocantes á su forma de vestir y manera de vida; con que, en son de excusarle sus faltas, mostró bien que no las ignoraba».

Hechas, pues, las exequias de Augusto en la forma acostumbrada, se le decretaron el templo y los honores celestes como á uno de los dioses. Vueltos después á Tiberio los ruegos de todos, comenzó á discurrir con fingida modestia de su poco caudal y de la grandeza del imperioafirmando «que sólo Augusto era capaz de tanto peso; de quien, metido á la parte en los cuidados, había aprendido con la experiencia cuán arduo y sujeto á la fortuna era el gobernarlo todo: á cuya causa les pedía que, en una ciudad sostenida de tantos varones ilustres, no quisiesen echar toda la carga sobre los hombros de uno solo; siendo cierto que muchos unidos al trabajo suplirían mejor á las necesidades de la república». Pero fué este lenguaje más de ostentación que de crédito; y en Tiberio, acostumbrado, aun sin necesidad, por naturaleza ó por uso, á decir siempre palabras ambiguas y obscuras, entonces que lo procu(1) El primero es poco conocido. En cuanto á Vedio Polión, fué el que en una comida dada á Augusto mandó arrojar á las murenas un esclavo por haber roto un vaso de cristal.